cuento de los 3 reyes magosLos reyes magos, venían de oriente cruzando el mar atlántico en el velero llamado La Estrella de David. Repartieron regalos en todas las islas del Caribe y anclaron en el puerto de San Thomas en donde se bajaron para descansar. Su destino era llegar a la tierra de Borinquén.

Esa noche, una inesperada tormenta partió las velas. El timonel llamado Aron, hablo con el rey mago Baltasar;

– Honorable rey, antes de ir a Borinquén, tenemos que reparar las velas del navío.

– ¿Cuánto tiempo nos va tomar repararlas? – preguntó el rey Gaspar.

– Aproximadamente tres días – respondió el timonel

– Hay que llamar al alcalde del pueblo de Arroyo, que es el lugar por donde siempre llegamos y explicarle la razón de nuestra demora – dijo el rey Melchor.

El timonel del navío trato de conseguir un teléfono para que los reyes pudieran comunicarse con el alcalde, pero no fue posible. La tormenta había destruido las líneas telefónicas. Al enterarse de esta situación los reyes empezaron a caminar por la playa de San Thomas dejando sus pisadas tristes en la arena.

Un niño que se estaba bañando los vio y emocionado corrió hacia los reyes magos para darles un abrazo. Con gran admiración y cariño les preguntó que podía hacer por ellos al ver cierta preocupación reflejada en los rostros de los reyes;

– Queremos comunicarnos con el alcalde de Arroyo, pero no podemos usar el teléfono – dijo Aron quien acompañaba a los reyes.

– Si, lo pueden hacer señor con el celular que tiene mi papá. Espérenme que voy a traerlo –

Al poco tiempo llego el papá del niño y entregó al timonel el teléfono móvil

Al tener en sus manos el celular preguntó al papá del niño; – ¿Cómo se usa este teléfono? –

El señor le explicó al timonel y a los reyes magos como utilizarlo.

Baltasar fue el primero en usarlo y se comunicó con el alcalde de Arroyo dejándole saber que se tardarían 3 días en lo que arreglan las velas de la embarcación y que llegarían a tiempo para repartir regalos a los niños de los 78 municipios de Puerto Rico.

Al zarpar el velero, las huellas tristes desaparecieron de la arena.