– ¡Papa, Papa! ¿Cuándo me compraras unas botas nuevas? Mis amigos en la escuela se ríen y se burlan porque mis botas están tan viejas y con parches cocidas por todas partes – le decía a mi padre.
– Eduardito, acuérdate que yo tengo que trabajar. Para comprar ropa y zapatos para tus 2 hermanas y para tus 2 hermanos y para ti también. Alimentos que tu madre prepara y otros gastos más – me dijo mi padre.
Las botas viejas que estaban escuchando a mi padre. Me hablaron; – Eduardito, acuérdate que cuando llegamos aquí nosotros éramos unas botas nuevas. Yo me sentía alagado brillando con el lustre que tú me dabas. Pero mi misión estaba en llevarte a la escuela para que recibieras una buena educación. Como tus padres quería que fuera así. Yo soy parte de tu vida, cuido de tu salud y de tu educación.
– Sabes que hay piedras y espinas en el camino – continuaba relatando las botas viejas – Como lo hay en el corazón de los seres malos. Yo no me canso de serte útil, porque protejo tus pies cuando vas a la escuela, cuando juegas futbol y cuando trabajas en el campo. Yo soy feliz al hacerte compañía porque Dios me guía por buen camino. Ahora estoy descolorido, las suelas de mis zapatos desgastados están, estoy viejo y mi final será el zafacón de la basura.
Eduardito, cuando tú me eches a ese zafacón no podre llorar, todo será oscuro. Pero yo llevare en lo más profundo de mi corazón mi misión en esta tierra fue cumplida.
– Las botas nuevas llegaran pero ayuda a tu padre trabajando, es la única forma de lograr nuestras metas. Eduardito, tú tienes 12 años y tú puedes hacerlo. Eso me hará doblemente feliz.
Al escuchar estas palabras de mis botas viejas sentí vergüenza de lo qué había dicho y me fui a hablar con mi padre.
– ¡Papa! Yo quiero trabajar contigo y ganar dinero para yo comprar mis botas.
Muy buena idea Eduardito. Ya verás que trabajar la tierra se hace con amor. Conocerás un mundo de aves y mariposas de distintos colores. La brisa y los riachuelos, junto con las nubes, picaflores y canarios crearan un concierto – dijo mi padre Artemio.
Un día se levanto mi padre y se fue con dos mulas cargadas de papas, maíz y calabazas para venderlo en el mercado del pueblo. El llego tarde esa noche. Traía en su mano derecha un bolso y de ellas saco unas botas nuevas. Mi padre me llamo; – Eduardito aquí está tus botas nuevas. Las viejas las puedes botar –
Mañana usare las nuevas Papá pero a las viejas le echare barniz para conservarlas como un trofeo y las pondré al lado de mis libros, muy cerca a mis diplomas y trofeos.
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