ricitos de oro
Había una vez una niña muy curiosa a la que llamaban Ricitos de Oro. Cierto día, se encontraba la niña recogiendo frutos en el bosque cuando divisó a lo lejos una coqueta cabaña.

Atraída por lo llamativo del lugar, se acercó hasta la puerta y descubrió que estaba abierta. Así que decidió entrar. Descubrió en el interior de la estancia una mesa que contaba con tres tazas de leche y miel. Todas, servidas consecutivamente en relación a su tamaño, de mayor a menor.

La niña comenzó a sentirse algo hambrienta, y decidió servirse de la mayor de las tazas. Pronto descubrió que la leche que contenía estaba ardiendo, así que decidió probar de la siguiente taza. Al igual que la primera, el contenido era excesivamente caliente, así que probó suerte con la más pequeña de las tazas. Tan sabrosa le resulto la leche de la taza más diminuta, que la terminó toda.

Después, Ricitos de Oro entendió que era una buena idea sentarse a descansar un rato, y se dirigió a la mayor de las sillas, pero pronto se dio cuenta de que era demasiado alta para ella. Y de la misma forma, probó la silla mediana, algo ancha aún. Así que, finalmente, se reclinó en la tercera silla, aunque con tanta fuerza que la despedazó al instante con su peso.

Tras el fracaso sufrido al intentar descansar en las sillas, decidió tumbarse un rato en una de las camas que se encontraban en el interior de la cabaña. Y como ya ocurriera anteriormente, las camas más grandes eran demasiado rígidas para su gusto, por eso optó por la más pequeña. Y de nuevo, ésta resultó ser la más cómoda, de modo que la niña se rindió al sueño y se quedó profundamente dormida.

Al cabo de un rato, los dueños de la misteriosa cabaña llegaron a su hogar. Se trataba de una familia de Osos, que se habían ausentado para caminar por el bosque un rato, mientras esperaban a que se templara el desayuno.

Los miembros de la familia se correspondían con el tamaño del mobiliario que la niña había encontrado previamente. Se trataba del padre Oso, la madre Osa y el pequeño Osezno.

Pronto, la familia descubrió la presencia de un intruso en su cabaña. El primero en reparar en la intromisión fue el padre, al descubrir que alguien más había probado su desayuno. Después fue la madre quien descubrió que su taza de leche no estaba del todo llena. Y por último, el hijo comenzó a lamentar que alguien se había terminado toda la leche de su desayuno.

La familia se miró perpleja al descubrir la presencia de un ladrón en su tranquila cabaña en el bosque, pero no sabían muy bien qué pensar de todo aquello. El más pequeño comenzó a intranquilizarse, así que sus padres lo condujeron hasta su sillita para que pudiera calmarse sentado. Entonces, se produjo un nuevo hallazgo. Cuando se aproximaron al salón que contenía las sillas familiares, descubrieron que alguien más las había utilizado. El Osezno entonces comenzó a llorar al ver que su silla, además, se había roto inesperadamente.

Ya alarmados por la presencia de un extraño en su hogar, la familia comenzó a registrar toda la estancia minuciosamente. Cuando se adentraron en el dormitorio, nuevamente volvieron a descubrir que alguien más había utilizado sus camas. Claramente, se había tumbado en la cama de los padres, pero fue al inspeccionar la del más pequeño cuando finalmente descubrieron la presencia de la niña.

Ricitos de Oro dormía plácidamente hasta que escucho los gruñidos provenientes de la familia Oso al completo. Todos los miembros de la familia se sentían ofendidos ante el descarado agravio sufrido y al unísono, mostraron su indignación. Tal fue el escándalo, que la niña se despertó súbitamente ante los gritos y berridos emitidos.

La niña saltó de un respingo de la cama, y rápidamente se coló por un ventanuco abierto que había en la habitación. Entonces, decidió huir corriendo, sin mirar atrás, hasta que encontró el camino de vuelta a su casa. Desde ese día, nunca más volvió a tomar nada ajeno sin permiso.

 

Autor (versión de) : Anonimo
Género : Cuentos Satírico
Título original : Goldilocks and the Three Bears

País: Escocia
Fecha de publicación : 1837

Imagen Cortesía delight and shade