Era un estupendo día primaveral. La vegetación componía una vista espectacular, irradiando distintas tonalidades de color bajo el ardiente sol y todos los animalillos del bosque, salían de sus escondrijos a toda prisa para disfrutar de tan maravilloso tiempo.
El gorrión, en su alegre vuelo, pregonaba contento:
– ¡Escuchad todos, mis queridos amigos, porque vengo a informaros de la llegada de un nuevo príncipe en el bosque!- Lentamente, todos los animales, atraídos por la fantástica noticia, iban acercándose para contemplar la llegada del nuevo habitante del bosque. Algunos clamaban:
– ¡Venid a ver al nuevo príncipe! ¡Es un cervatillo muy bonito!
– ¿Y cuál es su nombre?- preguntaba Lucero, la pequeña liebre, a la madre del ciervo.
– Le voy a llamar Bambi.- respondió alegre la mamá. En poco tiempo, Bambi era muy conocido entre los animalitos del bosque y entabló gran amistad con todos ellos. Jugaba insaciablemente con cada uno de sus amigos. Y pronto, comenzó a pronunciar sus primeras palabras. Al comienzo, en sus primeros intentos por decir algo, le parecía imposible conseguir retener los diferentes nombre, y por eso, en muchas ocasiones, se confundía al nombrar al resto de animales, pero a todos les parecía muy divertido. Un caluroso día, Bambi se dirigió a refrescarse a un riachuelo cercano, donde divisó a una joven cervatillo.
– ¿Cuál es tu nombre? – dijo Bambi a la desconocida.
– Mi nombre es Falina,- replicó ella con un tono amable – ¿te gustaría venir a dar un paseo conmigo?
– Me encantaría.- contestó Bambi con cierta timidez. A partir de ese momento, los nuevos amigos se reunían cada día, muy contentos con su nueva compañía, y juntos paseaban por el bosque. Cuando el invierno llegó, Bambi comenzó a entristecerse, ya que sólo había conocido la sensación de calor propia del verano, sin saber aún lo que era el frío.
Lucero, intentando animar al cervatillo, le propuso marchar al lago. Éste se había congelado completamente y pensó que tal vez podría divertirle la idea de patinar sobre el hielo. Una vez que los amigos llegaron al lago, Bambi mostró su torpeza al intentar mantenerse sobre la superficie helada.
– Bambi, debes patinar así- Lucero se deslizaba sin ningún problema por el hielo.- ¡ No, así no! ¡Ten cuidado!- advertía al pobre ciervo.
– ¡Cataploff…!
Y tras varias caídas, el joven príncipe logró planear sobre el lago helado sin dificultad alguna y poco a poco, con el tiempo, comenzó a apreciar el frío invernal.
Fue entonces cuando repentinamente el pánico invadió a los habitantes del bosque…
– ¡Vienen varios cazadores! ¡Debemos escondernos de ellos! ¡Tenemos que refugiarnos y escondernos como podamos! decían los animales.
– ¡Bambi, ven por aquí! – llamaba la mamá del cervatillo.
-¿Qué está pasando mami? – preguntaba el príncipe.
– Estos animales son muy malos y pueden herirnos gravemente. Debemos marcharnos de aquí tan pronto como podamos.
– ¡Bang, bang! Se escuchaba a lo lejos la escopeta de los cazadores, pero entonces, cuando Bambi se giró, descubrió a su mamá tendida en el suelo y muy mal herida.
– ¡Huye pequeño mío! ¡Corre, corre lejos!- le imploraba su madre.
Y así hizo. El pequeño cervatillo escapó rápidamente, y cuando se encontraba ya muy lejos, se cruzó en su camino un ciervo mucho mayor que él.
– Por favor, podrías decirme ¿Cómo puedo encontrar a mi madre?- le preguntó Bambi.
– Los hombres se la han llevado y nunca más volverá. Y ahora tú debes ser valiente, pero no estarás solo, a partir de este momento estarás bajo mi cuidado.
El tiempo pasó, y el pequeño cervatillo vivió bajo los cuidados del Gran Príncipe del bosque. Su tarea era cabalgar ante todos, para mostrar cómo debían correr los mejores ciervos. Y de nuevo llegó el calor, y los colores de una nueva primavera. Bambi era ya un hermoso y enorme ciervo.
Un día, inesperadamente escucho una voz que se dirigía a él:
– ¡Hola, Bambi! ¿Me recuerdas? Me llamo Falina, solíamos pasear mucho juntos hace ya algún tiempo.- Ante la visión de su antigua amiga, a quien apenas reconocía, respondió:
– Por supuesto que me acuerdo, Falina, y de verdad que me alegra enormemente verte de nuevo, tan cambiada…¡eres bellísima! – Y a partir de entonces, se amaron infinitamente. Pero, una nueva amenaza preocupó al Gran Príncipe, que cabalgó muy rápido para avisar al resto de animales…
– ¡Aquí conmigo todos, rápido! ¡Acabo de observar muchas llamaradas de fuego acercándose a nosotros! ¡Debemos marcharnos y resguardarnos a salvo!
– Me gustaría poder ayudarte para salvar a los animales del gran incendio- dijo Bambi con bravura. Y así hizo – ¡Debéis corred hasta el riachuelo! Las llamas se acercan aquí peligrosamente- avisaba a los animales que encontraba a su paso.
Todos juntos en las aguas del río, lejos del fuego, esperaban a que el fuego, que se había extendido rápidamente, llegará a apagarse por completo. Al fin, el incendió se disipó, y entonces se aproximó Bambi, que tras haber ayudado a todos le costaba mucho respirar. Afortunadamente, el peligro había pasado, todo quedó en un susto. Falina y Bambi decidieron formar una familia, y con el paso del tiempo, engendraron dos preciosos cervatillos que eran su mayor felicidad. Pero el tiempo también pasó por el Gran Príncipe, que un buen día reunió a Bambi junto al resto en medio del bosque y le comunicó:
– Yo me encuentro demasiado viejo ya. Bambi, creo que es hora de que me remplaces y ocupes mi lugar.
Y a partir de entonces, Bambi pasó a ser el nuevo Gran Príncipe y vivió feliz en el bosque con toda su familia durante un largo y exitoso reinado.
Autor : Felix Salten
Género : Fantasía
Título original : Bambi. Eine Lebensgeschichte aus dem Walde
País: Austria
Fecha de publicación : 1923